Nelson Sprejer es el Cofundador y hoy CEO global de Practia, ex Pragma, una consultora líder enfocada en transformación digital que acaba de cumplir 30 años. Actualmente Practia cuenta con oficinas en Latinoamérica y España. Posee más de 1.000 clientes de múltiples industrias y en 2023 fue adquirida por el grupo francés Publicis Groupe, desde su división de tecnología Publicis Sapient.
En cuanto a su formación y trayectoria docente, es Licenciado en Ciencias de la Computación (UBA) y Magíster en Ciencias de la Computación (Technion, Israel Institute of Technology). Durante la década del 90 fue profesor del DC en el área de Ingeniería de Software, cargo que ocupó durante siete años. Cabe recalcar que enseñó sobre temas completamente innovadores en aquel momento, como verificación y validación de programas, programación paralela y distribuida, calidad de software, gestión de requerimientos y administración y gestión de proyectos de software.
A lo largo de esta nota, Nelson se toma unos minutos para conversar con nosotros en medio de su cotidianeidad itinerante, ya que ha viajado por tres continentes en muy pocos meses. Y relata sobre su paso como docente de nuestro Departamento y cómo de esa fuerte convicción por lograr resultados de mayor calidad en el desarrollo de software en Argentina -que compartía con sus colegas del DC- surgió la consultora que lidera.
¿Qué recuerdos tenés de tu paso por el DC?
Fue en los ’90. Conservo recuerdos muy gratos porque fue una época en donde tuve como “varias épocas comprimidas en una”. A pesar de que no fue un tiempo tan extremadamente prolongado, fueron siete intensos años como profesor.
¿Cuáles eran las materias y los contenidos que dabas?
La primera época fui docente de un curso optativo que era “Programación paralela y distribuida”, un curso super técnico que incluía verificación y validación de programas, fundamentalmente temas de concurrencia que no veíamos en el DC para aquella época.
Y te diría que esos años son los que me validaron para poder dar los cursos que después di: uno que se llamó “Temas seleccionados en Ingeniería de Software”, que básicamente trabajaba temas bastante “blandos”, como gestión de proyectos y gestión de requerimientos. Creo que para un público muy “duro”, como el de Exactas, con mucho background de matemática, sonaban a “cháchara” en algún punto.
Pero el haber dado una materia más técnica antes, me validó como “autoridad moral e intelectual” para poder dar un curso de esa naturaleza. Después también fui docente de Ingeniería de Software, como materia obligatoria.
¿Cómo te resultaba compatibilizar la docencia con el trabajo en la industria?
Una de las cosas interesantes era que tanto buena parte de mis alumnos como yo, en aquella época, teníamos nuestros trabajos full time en la industria.
Y normalmente la cursada se te reducía a lunes a jueves de 19 a 22. Tanto los alumnos como el docente llegábamos derruidos, de un día tremendo de trabajo para luego ir a cursar.
Entonces como era una materia optativa, me las arreglé para dar clases los sábados a la mañana. Las clases eran en primavera, afuera en el pastito circundante al Pabellón 1 y era un placer. Algunos estudiantes venían pasados y mal dormidos pero los que llegaban con algunas horas de sueño creo que lo disfrutaban.
Claro que después la vida personal me hizo dejar de lado la docencia, básicamente antes de que me preguntes por qué: fue una combinación de situaciones personales de muchísima carga que no me permitían poner foco en otra cosa que no fuera mi vida personal y el trabajo. Pero además un defecto que aún arrastro que es aburrirme de escucharme a mí mismo y repetir contenidos.
Entonces, si bien era un excelente ámbito de trabajo, estaba el importante desafío de construir nuevos contenidos y actualizarlos permanentemente. Fue cuando sentí que realmente no estaba a la altura de ese desafío y consideré dejarlo.
Dos personas claves en esta etapa son Daniel Yankelevich y Miguel Felder, también ex profesores del DC y fundadores de Practia. ¿Podrías contar sobre ese vínculo con ellos?
Nos conocimos en la academia y hemos obtenido múltiples buenas referencias a través de amigos en común. En ese momento, trabajaba como CIO de compañías de banca y seguros, y ellos volvían de Italia de hacer sus doctorados, mientras que en mi caso anteriormente había hecho mi maestría en Israel.
Tanto Daniel como Miguel estaban incorporándose a la Facultad y tenían alguna intención de dedicarse a la consultoría de software. Nuestro contacto arrancó desde ese lugar, porque alguien en común de Exactas les recomendó que hablen conmigo y de ese intercambio nació la historia de Practia.
¿Cómo fue el armado de una empresa como Practia?
En primer lugar, yo vivía como CIO las limitaciones de lo que necesitaba como cliente. Es decir que contrataba servicios profesionales y se suponía que tenía que tener capacidades dentro de mi equipo que en realidad no tenía por canibalización de recursos (típicamente gestionar proyectos de software o asegurar la calidad de lo que el proveedor me entregaba desde todo punto de vista).
No podía proveer esa estructura interna, y por otra parte incluso entre mis clientes internos no había una conciencia adecuada ni del costo de la no-calidad ni de qué significaba producir software con calidad.
Entonces me enfrentaba a ciertos horrores que en su momento me llevaron a sordos combates sobre cómo hacer las cosas.
Claramente había que profesionalizar el sector de software y servicios informáticos emergente en Argentina.
Exacto. Y la verdad es que nuestra idea inicial, sobre todo la mía, era ser una consultora pequeña, boutique, porque no teníamos en mente lo que luego pasó: yo no nací empresario y mi principal afán era tener la libertad de poder trabajar bien sin restricciones exógenas.
Con mis colegas veníamos de ámbitos similares pero complementarios. Yo, por ejemplo, por haber sido CIO de un banco y una empresa de seguros y Dani y Miguel con experiencia más académica, coincidíamos en esta visión. Fuimos aprendiendo a ser empresarios sobre la marcha. Por ejemplo, decíamos de nosotros mismos “se ve que nuestro trabajo es bueno, porque si es por la calidad de nuestro marketing no nos conocería ni contrataría nadie”.

Parte del equipo de Practia en Buenos Aires, año 2023. Créditos de imagen: El Cronista.
La primera fuente en la que abrevamos fue, entre otras cosas, gente que conocíamos de vidas pasadas y alumnos de Exactas. Hoy en Practia tres socios nuestros han sido ex-alumnos nuestros: Adrián Fiz, Sabrina Vázquez Soler y Ernesto Kiszkurno. Mónica Bobrowski y José Jiménez cursaron con Dani y Miguel en la ESLAI. Y Carlos Farfán trabajó conmigo en épocas previas en Banco Patricios.
Y así te diría que se fue conformando nuestra empresa.
¿Podríamos decir que Exactas fue una especie de usina de talento e ideas para este armado?
Definitivamente. La idea central que confluyó en Exactas en aquel momento es que hay un punto en donde no se trata sólo de los saberes formales adquiridos sino también del perfil profesional construido.
Entonces, en muchísimos casos el perfil de las personas que recorrían esas aulas, más allá de exactamente cuál fuera su recorrido curricular, era gente con la que valía y vale mucho la pena trabajar.
Después con el correr de los años Pragma se convirtió en Practia, creció en empleados y clientes, se expandió internacionalmente y en 2023 se fusionó con un grupo francés, desde su división de tecnología Publicis Sapient. ¿Cómo fuiste transitando esos cambios en la empresa?
Creo que nosotros vivimos en un contexto que de por sí nos prepara para los cambios. Las dinámicas de nuestro país y el tipo de problemáticas que te toca enfrentar te obligan a ser dinámico.
Entonces, está la confluencia de una profesión y una disciplina que de por sí es dinámica y un entorno macro que tal vez también te prepara y te obliga a gestionar ese dinamismo.
Parte del desafío de Practia fue crecer orgánicamente y crecer suficientemente conservadores para no golpearnos de frente, pero suficientemente valientes como para tomar decisiones que impliquen alguna dosis de incertidumbre y riesgo.
En resumen, desde el hecho de fundar una empresa cuando tenías un trabajo confortable en relación de dependencia y recibías un sueldo por mes, etc. hasta transitar tanto los cambios en la tecnología, los cambios en la demanda de los clientes y los cambios en los perfiles profesionales junto al contexto del país en donde nosotros estábamos, todo eso te obliga a estar preparado para ser dinámico. Una de las cosas muy buenas que creo hemos tenido es que pudimos poner sobre la mesa esa combinación de ser valientes pero no inconscientes.
Más allá de los cambios tecnológicos de arquitecturas, infraestructura y la propia ingeniería de software y el impacto de la IA en el desarrollo de software, ¿cuánto cambió en esta última década lo que es gestionar un proyecto de software y cómo se aborda este desafío?
Cambió y sigue cambiando dramáticamente. Por ejemplo, en su época Practia promovió el primer encuentro sobre agilidad de Argentina, siendo que cuando nosotros comenzamos Practia, el concepto de agilidad no estaba para nada institucionalizado. Hoy evolucionamos hacia ser una empresa centrada en IA, con todo lo que eso implica. El perfil de cómo nosotros encaramos nuestra propia tarea sigue cambiando, posiblemente más de lo que algunos creen, pero bastante menos que lo que algunos auguran.
Ciertamente nos sitúa en el desafío de renovación y desde hace muchos años invertimos en I+D, justamente para entender y promover los cambios que no sólo tienen que ver con productos que los clientes reciben o pueden recibir, sino con la forma en la que nosotros desarrollamos nuestros servicios.
Y parte de lo que a nosotros nos movió a buscar una integración con una empresa internacional fue justamente el desafío de que cada vez es más complejo acceder al volumen de recursos que necesitás para tener la innovación al alcance de tus dedos, con la velocidad que demandan y las características de esos propios recursos.
Hoy logramos una combinación de nuestro propio I+D local, con un grupo internacional que facilita la interacción, la participación y el abastecimiento de lo que sucede globalmente en nuestra compañía.
Lo desafiante es que en estos treinta años en la consultora has visto todos los procesos. Para concluir la entrevista: ¿Hoy se sigue cuestionando el concepto de metodologías ágiles en el software y cómo considerás que se están integrando los modelos de IA al software?
En realidad, también se discuten las metodologías ágiles y está bien que se discutan porque hay metodologías incluso dominantes hasta cierto punto. Vale citar a Dani Yankelevich que siempre nos recuerda la “caja de herramientas”: las metodologías son herramientas, no son la caja. Y uno debe entender cuándo es mejor aplicar cuál de las herramientas. Parafraseando a Dani: “cuando lo único que tenés es un martillo, todos los tornillos son clavos”.
Parte de lo que nosotros hacíamos y aún hoy hacemos es “desafiar a los libros” en nuestra tarea de consultoría. Pero la diferencia que teníamos nosotros y hoy seguimos teniendo es que desafiamos a los libros habiéndolos leído, conociendo en profundidad la teoría. En muchos casos veo que se desprecian metodologías y tecnologías sin necesariamente conocerlas en profundidad. Parte del asunto es conocer en profundidad para después decidir qué, cuándo y cómo lo usás.
Y pasa exactamente lo mismo hoy cuando entrenamos modelos de IA, cuando decidís qué problema resolver, cuándo y dónde aplicar la solución, porque incluso los temas de seguridad en el uso de la inteligencia artificial son todo un desafío en sí mismo y se necesita desarrollar procesos y metodologías robustos y seguros.
Cerrando la charla: lo que a nosotros siempre nos acompaña en nuestro trayecto profesional y es distintivo, es tener los conocimientos pero no ser dogmáticos en las soluciones.
