La crisis del COVID-19 redefinió de algún modo las prácticas de las organizaciones vinculadas al desarrollo del software. En este contexto, las empresas se vieron forzadas a acelerar sus procesos de transformación digital y flexibilizar la cultura laboral para que sus empleados puedan trabajar a distancia. Al mismo tiempo, la demanda insatisfecha de talento, la necesidad de enfrentar la deserción de profesionales y la globalización del trabajo en software, llevó a las empresas a ser más resilientes y adaptarse al nuevo contexto. En este artículo se analizan algunos desafíos que tendrán los servicios informáticos en Argentina de cara al futuro.
El sector del software ha mantenido en el país un crecimiento constante a lo largo de los últimos años, alcanzando en 2021 una facturación de 4 mil millones de dólares, según datos del Observatorio Permanente de la Industria de Software y Servicio Informáticas (OPSSI, iniciativa de la CESSI). Al mismo tiempo, la industria del software es la que más empleo generó en 2021, casi duplicando a la industria automotriz. Entre 2019 y 2021 se crearon 18.541 nuevos puestos de trabajo en actividades de informática, con un 16,5% de crecimiento (en 2021 respecto a 2020), llegando a ser la actividad con más de 50 mil empleados que más trabajo generó en el país (130 mil empleados contabiliza en total la industria del software y los servicios informáticos). Aún así, según datos de la CESSI, la industria no logra cubrir los 15.000 empleos nuevos que necesita cada año.
Si bien la pandemia afectó a la actividad económica en general, la industria del software fue una de las que mejor se adaptó al impacto al contar con estructuras flexibles para realizar sus operaciones a distancia y acelerar sus procesos de transformación digital para brindar servicios competitivos. Uno de los ejemplos más visibles está en el comercio electrónico (en este aspecto la necesidad de la ciudadanía y de las empresas de reducir el contacto presencial de las transacciones comerciales de productos y servicios ha llevado a esta industria un crecimiento global de un 300% entre el 2020 y 2021). De hecho en Argentina el e-commerce creció un 68% en el año 2021 (con respecto al 2020).
Tal como señala un reciente informe de CEIL CONICET (Centro de Estudios e Investigaciones Laborales CONICET), mientras la crisis producida por la pandemia del COVID-19 golpeó a la gran mayoría de los sectores productivos, una parte importante del sector vinculado a la tecnología de la información encuentra en esta circunstancia una oportunidad casi única: algunas de las grandes compañías denominadas como “unicornios” vienen transitando, desde el inicio del aislamiento social preventivo y obligatorio (ASPO), un periodo de importante alza en sus cotizaciones y sin grandes sobresaltos para adecuar su organización interna con la modalidad del teletrabajo.
¿Qué desafíos de adaptación y transformación emergen en esta etapa de pospandemia o “nueva normalidad”, sobre todo en aquellas empresas más atadas a la coyuntura económica y social? De acuerdo con el estudio Global Business Pulse realizado por Grant Thornton, el 46,2% de las empresas en general afirman que tendrán que mejorar la flexibilidad de sus organizaciones después del Covid-19. A nivel nacional este número se incrementa, alcanzando un 57%. Entretanto, el 36,9% de los encuestados globales afirman que han empezado a planificar diferentes escenarios para mejorar la escala de sus operaciones en pos de la recuperación.
“La pandemia fue un shock para todo el mundo. A las empresas de Sistemas fue las que menos les costó adaptarse porque ya había muchas empresas que tenían la oportunidad de hacer home office al menos una vez por semana, era un beneficio de base hasta 2019. En marzo de 2020 las empresas tuvieron que pasar 100% al trabajo remoto pero ya estaban bastante equipadas”, puntualiza Ariel Jolo, fundador de Sysarmy, una comunidad de sistemas que nuclea a profesionales del área para favorecer el contacto y el intercambio de conocimiento. Jolo -quien también fundó AdminFest y Nerdear.la, y fue Employer Brand Manager en Medallia- afirma que más allá de que cada compañía tiene su cultura, en este escenario hubo empresas más flexibles, “la pandemia nos hizo humanizarnos un poco más y para muchas empresas las necesidades familiares estuvieron por sobre otras responsabilidades; incluso la gente de sistemas busca este tipo de trabajos con beneficios y con mayor preocupación por el empleado. En algunos casos prefieren trabajar en startups donde todos se conocen,o en empresas que dan un porcentaje de acciones (stock options) para sus empleados”. Pero también hubo organizaciones mucho más inflexibles, “vimos casos donde ni bien se eliminó el ASPO, ese mismo lunes pidieron que la gente volviera a la oficina y no siempre tuvieron en cuenta las necesidades o preocupaciones de su personal”, reafirma Jolo.
Entre algunos de los desafíos y problemáticas de las empresas de software se encuentran, por un lado, la demanda no satisfecha de profesionales formados para trabajar en la industria y la necesidad de contrarrestar la deserción actual, sobre todo de profesionales que deciden volcarse a la modalidad freelance y liquidar sus servicios al exterior en moneda extranjera, lo cual genera una competencia desleal. “Estamos en ese grupo de empresas que no consiguen los programadores que necesitan y les cuesta retener a los que tienen. Varios empleados se han ido a trabajar en modalidad freelance para cobrar en dólares afuera y contra eso no podemos hacer mucho. No tengo mucho poder de fuego a nivel tarifas y competitividad”, subraya Martín Urtasun, socio de Recursiva, graduado y profesor del Departamento de Computación (DC). Y agrega, “por más que uno desde su empresa exporte servicios de software, liquida esos dólares al valor Oficial. El problema es que el freelance que trabaja para afuera no siempre blanquea ese dinero, que queda en el circuito informal y esa remuneración está en términos del dólar Blue”.
“Este tema de trabajar freelance para afuera afecta claramente a la industria nacional del software y provoca la fuga de cerebros. Las empresas extranjeras que no tienen filiales en Argentina, abren una cuenta en el exterior, buscan personal y pagan en dólares. Entonces ya se está compitiendo con algo desde acá que es imposible”, expresa preocupado Adrián Anacleto, director ejecutivo y fundador de Epidata y graduado del DC. Y complementa al respecto, la necesidad de establecer medidas para retener este talento: “El problema se genera por tener dos tipos de cambio distintos. Además la industria no tiene barreras de proteccionismo como las tiene la industria automotriz, acá el talento es global y no hay un impuesto para la contratación del talento argentino, es trabajo profesional de gente de Argentina y propiedad intelectual que no queda en el país”.
“Aunque no es trabajo en blanco y no tenés los beneficios de la relación de dependencia, aun así vimos muchos casos de personas que cambiaron de trabajo en los últimos seis meses o una gran cantidad de gente que se fue del país. Los sueldos se mantuvieron competitivos en Argentina (ver encuesta de Sysarmy), el tema es que en julio hubo una disparada del dólar y las empresas que tienen cientos o miles de empleados no pueden ajustar contra el dólar Blue, más allá de que el dólar oficial no cambió mucho. Algunas empresas facilitan a sus empleados la reubicación en otros países, porque necesitan retener el talento. Y eso complejiza el asunto”, reflexiona Jolo.
Competitividad local
Mantener la competitividad y los márgenes de beneficios, ante la amplitud de nuevos servicios o productos que surgen con la globalización de la producción de software, sería uno de los grandes desafíos a considerar. En este sentido, de acuerdo al estudio Global Business Pulse de Grant Thornton, el 34,9% de las empresas aseguran que tendrán que ser más resilientes en su cadena de suministro en la pospandemia. Esto lleva a las empresas a buscar, por un lado, incentivos para que sus empleados trabajen mejor (incluyendo las modalidades de trabajo híbrido que benefician a sus recursos humanos y brindan mayor flexibilidad ante una disminución en el uso de las oficinas físicas) y, por otro lado, en muchos casos requerir mayores beneficios fiscales, como la reducción del impuesto a las ganancias impulsada por la Ley de Economía del Conocimiento (LEC). Actualmente la economía del conocimiento se compone de un 60% de exportación de servicios, un 30% de desarrollo de software y un 10 % en cargos por uso de propiedad intelectual.
“Si bien la LEC se terminó de aprobar tarde, casi todo el arco político está de acuerdo en que es una buena ley y que los beneficios fiscales se necesitan cada vez más para facilitar el desarrollo de la industria. Otro obstáculo es que se está compitiendo con medidas de países vecinos (como Chile o Uruguay), que buscan atraer a empresarios argentinos para que inviertan en otros países con sus propios beneficios impositivos. Es un nudo que no se termina de destrabar, más allá de que la fuga de empresarios se da no solo en la industria tecnológica sino en todas las industrias”, precisa Anacleto. Y destaca que, aun con estas dificultades, la industria de software se ve potenciada por su promoción en edades tempranas, “hubo miles de jóvenes inscriptos en las capacitaciones gratuitas de Program.Ar que evidencian el enorme potencial de empleo para la industria. Ojalá que las capacitaciones se mantengan”, concluye el director de Epidata.
A partir de la posibilidad de trabajar en forma remota y contratar colaboradores de todo el país, desde Recursiva afirman que entre 2020 y 2021 duplicaron el número de empleados, llegando a tener hoy 60 colaboradores. “Nosotros brindamos estabilidad, un horizonte a largo plazo a gente que ya tiene compromisos familiares o ciertas responsabilidades y se les da pié a un muy buen marco laboral formal, proyectos copados, un buen ambiente y posibilidades de crecer, más allá de que en la franja etaria de 20 a 25 años, vemos un promedio de un año por trabajo. La rotación es muy alta y hacemos todo lo que está a nuestro alcance para retener el talento”, sostiene Urtasun.
En cuanto al nivel de formación de los y las profesionales, desde Sysarmy se vienen analizando las correlaciones entre el desarrollo de la carrera académica y el trabajo obtenido. “Cualquier persona con título de grado y que además tenga especialización, maestría o doctorado, suele ser un factor sumamente valorado para las empresas, se los reconoce en la evaluación de la persona y lo pagan de manera acorde. En términos generales una empresa suele valorar más a alguien que tiene más años de educación formal. Ahora bien, no hay que quitarle mérito a quienes están empezando en sistemas o que son estudiantes, incluso gente autodidacta que está trabajando. El problema es que hay tanta escasez de talento a nivel mundial, lo que hace que primero las empresas busquen gente con doctorado o posdoctorado, maestría o MBA. Pero, al no encontrarlos, empiezan a bajar sus pretensiones a título de grado o incluso terciario, porque tienen que trabajar allí cientos o miles de personas. Hubo casos de empresas con gente que pasó por la misma organización dos veces”, comenta Jolo. Y explica la situación actual respecto al título habilitante y la categoría de empresas que contratan personal: “Salvo algún caso particular, no se requiere título habilitante para ejercer la profesión en Sistemas (como un médico, abogado o escribano). La única barrera real de entrada es el ejercicio técnico donde la empresa evalúa si la persona está capacitada para desarrollar esa función. Aún así, es muy distinto si uno trabaja en una PyME que en una empresa muy grande. Si el objetivo es trabajar en las principales empresas del país, hay que estudiar una carrera universitaria formal y los estudios van a ser enormemente valorados. Lo mismo en empresas donde su cultura se base en apoyar proactivamente los estudios para que esas personas no dejen su carrera”, concluye el fundador de Sysarmy.
Sin lugar a dudas, la pandemia llevó a muchas organizaciones a replantear su cultura de trabajo, ser más innovadoras y adaptar sus procesos para incorporar nuevos recursos humanos, contando con estructuras más flexibles adaptadas a las necesidades actuales. En este período de transición, la industria se encuentra con el desafío de normalizar y estabilizar el mercado laboral de software, contando con más puntos de encuentro entre las necesidades de los profesionales y el empresariado. Y al mismo tiempo, poder obtener los beneficios fiscales, sobre todo aplicado a empresas locales de informática, promover nuevas tecnologías, generar más valor agregado, fomentar el empleo de calidad, facilitar el desarrollo de PyMES y aumentar las exportaciones de las empresas que se dediquen a servicios basados en el software.