Cecilia Ruz es profesora del Departamento de Computación (DC) Exactas-UBA y de la Universidad CAECE. En cuanto a su formación, es Licenciada en Sistemas (CAECE) y Especialista en Explotación de Datos y Descubrimiento del Conocimiento (UBA). Fue presidenta del Capítulo Argentino de la IEEE, la mayor organización técnico profesional a nivel global, y en la actualidad es integrante de la misma.

Desde hace 20 años se desempeña como profesional en la AFIP, actualmente lo hace en la Dirección Analítica de Datos, realizando tareas de consultoría tecnológica. Durante esta entrevista con el DC, Ruz comenta cuál es el rol estratégico de la computación en los organismos públicos tributarios, los cambios metodológicos que se están produciendo a nivel general en el sistema educativo de enseñanza universitaria y el problema de la representación femenina en la carrera de computación.

¿Qué te llevó a estudiar la Licenciatura en Sistemas de la Universidad CAECE, habías pensado previamente en alguna carrera relacionada con la informática?

Cuando estaba en la escuela secundaria hice un test de orientación vocacional. Como primera carrera me salió Sistemas, pero en el gabinete psicopedagógico del lugar donde estaba me dijeron que esa carrera “no era para mí, porque yo era muy social y esa carrera era muy poco social”. La verdad que en ese momento no había tanto conocimiento de esa carrera. ¿Por qué elegí la CAECE? Mi papá tenía un compañero de la escuela secundaria que era psicopedagogo, le preguntó a este compañero que estaba muy actualizado en temas de educación y nos la recomendó.

Entonces empecé el profesorado en matemática en la Universidad CAECE, que tiene matemáticas y sistemas, y el primer año es común a ambas carreras. La realidad es que las materias de sistemas me encantaron. Entonces finalmente en la década del 80 hice las dos carreras y además con sólo 19 años fui profesora de informática en la escuela secundaria técnica. Mi primer trabajo fue como docente, porque prácticamente no había profesores de informática en ese momento.

Desde hace 20 años trabajás en la consultoría de tecnología y datos de la AFIP. ¿Qué desafíos tiene esta tarea y cuál es el rol estructural de la computación en este tipo de organismos públicos?

En general la administración pública no tiene un gran presupuesto, y se vuelve un problema a qué tipo de herramientas o programas puede acceder. Pero estoy convencida de que las herramientas informáticas hacen una enorme diferencia en la administración pública y en los servicios que se brindan a la ciudadanía.

Por ejemplo, la AFIP hizo un cambio muy importante en sus prestaciones durante la primera gestión de Alberto Abad, con Jorge Linskens al frente de la Subdirección de Sistemas y Telecomunicaciones. Se cambió la plataforma y mejoraron mucho los servicios al ciudadano. Me acuerdo de haber ido a una cena de un organismo profesional de esa época y recuerdo que alguien se me acercó a decirme cuánto ha mejorado la AFIP su informática, cosa que me sorprendió porque no era común recibir elogios.

La administración pública siempre tiene un desafío grande en poner mejores herramientas al servicio de los ciudadanos. También tiene un desafío muy grande en lo que se refiere a retener el talento humano de los profesionales que trabajan allí y a promover el desarrollo de su carrera.

De todas formas, en todo el mundo en las áreas tributarias y aduaneras la tecnología juega un rol muy importante para mejorar la atención al ciudadano y mejorar el mecanismo del Estado: que la recaudación y los controles aduaneros funcionen mejor. Las herramientas están a disposición de los países, en general los organismos internacionales (OMA, CIAT, OCDE) tienen una impronta de generar ámbitos de colaboración para los organismos del Estado en cuanto a mejoras informáticas y grupos de trabajo para compartir información.

Digamos que la calidad de servicios y capacidad operativa de estos organismos públicos iría de la mano de la infraestructura tecnológica disponible…

Por supuesto. También cuán fácil le podés hacer la vida a los ciudadanos que tienen que interactuar con vos y cuánto no. Por ejemplo, si tenés un chatbot que contesta en forma automática las preguntas o no lo tenés, muchos de esos servicios ayudan.

También el Estado tiene un desafío en lo que se refiere a la interconexión, cómo el Estado habla con otros organismos del Estado, la interoperabilidad entre plataformas de un organismo con el otro. ¿Por qué un organismo del Estado le va a pedir a una ciudadano que lleve la constancia de CUIT si esa constancia la tiene la AFIP? Inclusive es información pública. Hay mucho que se puede cambiar de la mano de la tecnología en lo que se llama la facilitación de la interacción entre el Ciudadano y el Estado. Tradicionalmente el Estado le transfiere al Ciudadano la responsabilidad de hablar con otro organismo del Estado (“esto lo tiene que resolver el Ministerio tal”), la idea es tratar de cambiar un poco esta dinámica y la mejora se ve en el ejemplo de la plataforma TAD (Trámites a Distancia).

¿Cómo es el puesto donde te desempeñás en AFIP?

Ahora estoy en la Dirección Analítica de Datos, todas las administraciones tributarias del mundo tienen un área de analítica. Nuestra tarea es tratar de aplicar las herramientas de analítica de datos a la realidad tributaria, aduanera y de la seguridad social. Entender de qué forma explotar los datos para mejorar la recaudación, pero concibiendo esta idea como mejorar el control, ya que normalmente se habla de “facilitación” y “control”. Uno puede pensar que esas dos palabras son como opuestas. En realidad, el objetivo que uno tiene es aumentar el control donde hay que aumentarlo y facilitarle el trabajo, la operatoria al resto de la gente. Contrariamente a lo que uno cree, la mayoría de la gente (contribuyentes) hace las cosas bien, entonces tratar de que las acciones de control se focalice en la gente que hace las cosas mal, cuestiones sospechosas, de evasión o falta de transparencia. Entonces no se le carga a todo el mundo el mismo nivel de control sino tratar de hacer esto de una manera más inteligente, que es lo que normalmente se hace en un área analítica. También es una manera de aumentar la equidad.

¿Las direcciones analíticas de datos son un fenómeno nuevo en los organismos públicos o ya tienen cierto recorrido transitado?

Por ejemplo, la ANSES tiene un área analítica y un equipo asociado a la función desde hace muchos años. En general el Estado es bastante conservador, es el último que adopta este tipo de cosas por una manera clásica de trabajar, pero hay mucho escrito a nivel mundial de lo que se puede hacer en analítica en los organismos del Estado.

Creo que el principal desafío de estas áreas no sólo a nivel de Argentina, sino a nivel global, es convencer a los mandos medios o altos, de la efectividad de estas herramientas; es una tarea de evangelización para nosotros como especialistas. Por un lado, se trata de convencerlos mostrándoles las ventajas para las prestaciones de un sistema; por otro lado, explicarles que esto no es una “bola de cristal” (son herramientas que tienen errores). Es muy importante la apertura, receptividad de nuestros destinatarios. Al principio las técnicas son muy cuestionadas y surge una ola nueva con esto de la explicabilidad, cómo bajar progresivamente el contenido de los modelos al público en general.

Me acuerdo hace años en una Jornada de Data Mining, que se hizo en Exactas-UBA, Fernando Castelpoggi de BeSmart habló sobre sesgos de selección, más específicamente sobre los chequeos que se hacen previamente a que alguien ingrese a un sistema. Y puso el ejemplo de que los mejores pagadores en un determinado banco habían resultado ser los “motoqueros” y se preguntó cómo puede ser que pase eso, lo que pasaba es que el oficial de cuenta cuando recibía a un motoquero le pedía muchos más requisitos que a todos los demás, entonces el problema es que estaba pasando algo que el sistema no veía. Si por ejemplo lanzás un sistema predictivo que dice “vamos a ofrecerle un crédito a los motoqueros porque son los mejores”, y en realidad te quedaste con todo un fragmento de la película que no viste. Trayéndolo a un ejemplo más actual, uno siempre debe tener en cuenta cómo es el proceso de los datos. Con lo que pasó con la pandemia al principio había muchos problemas con los números de fallecidos, se presentaban muchas oscilaciones y eso tenía que ver con los circuitos que estaban previstos y con no tener en cuenta que en un caso de tanta emergencia quizás a las tareas administrativas se les iba a dar menos importancia que a las demás. Son todas cuestiones que uno va aprendiendo, hay que tener en cuenta por qué suceden y estar dispuestos a auditar nuestros propios modelos.

En definitiva, las administraciones tributarias y todas las administraciones en general tienen un sesgo, por ejemplo decir que en general la gente que comete fraude es de determinada manera, formar un estereotipo. Esto es un problema y hay que trabajarlo, dado que condiciona los datos con los que se entrenan los modelos. 

Cambiando de tema. ¿Qué te parece la modalidad virtual de clases, en cuanto a sus beneficios y limitaciones?

Para mí fue un gran desafío, porque cuando estás en el aula presencial podés verles las caras a los alumnos y enseguida sabés si te siguen o no. Pero acá en la pantalla es más difícil. En mi caso, en la virtualidad al no poder tener cierto feedback durante la clase, lo que hice fue dividirlos en subsalas grupales y les daba una actividad. Como son 4 o 5 por grupo, eso te permite pasar por la sala, hablás cara a cara y tenés un intercambio más directo con cada uno, ya que usualmente en la virtualidad participan menos.

Sin dudas que la educación necesita un cambio. Es un desafío generacional que tenemos docentes, alumnos y la universidad en general. Porque lo que le pasa a los estudiantes es lo mismo que nos pasa a nosotros: vos estás en una charla y por más que la exposición esté buenísima, miraste el celular 40 veces durante la charla.

Y creo que el cambio viene por el lado de lo que se llama “Aula invertida”: ahí el CITEP (Centro de Innovación en Tecnología y Pedagogía, que depende del Rectorado de la UBA) está haciendo mucho en formación docente sobre ese tema y tomé varios cursos en ese sentido. ¿En qué consiste? En que los alumnos vean primero los temas un poco solos (podría ser a través de videos cortos que cubran diferentes temas teóricos), no existe más la clase magistral del profesor y el pizarrón, sino que la clase es más una conversación que claramente es mucho más rica. La clase es más un ámbito de discusión que un ámbito de exposición, nos reunimos a trabajar sobre lo que vieron previamente. El tema es que esto no pasa tanto por lo virtual o no, sino que pasa más bien por la forma, la metodología en que se encara la planificación en el aula y en ese caso las plataformas suelen ser un gran apoyo. El pensamiento visual y pensamiento de diseño aplicado a las clases también son caminos posibles en este tema.

Por último, ¿cómo ves el tema de la baja representación femenina en las carreras de computación?

Parece que de a poco ese fenómeno se está revirtiendo. Se trata de entender por qué pasó. Porque cuando yo estudié la carrera en Sistemas éramos mitad y mitad, inclusive más mujeres que hombres. Cuando cumplió años el DC y se entregaron los diplomas a sus graduados de diferentes camadas, a medida que te acercabas a la actualidad la proporción de mujeres bajaba.

Lo que quiero decir es que esto no fue siempre así, se convirtió en esta realidad. Creo que también tiene que ver con que la carrera se homologó un poco a las demás ingenierías, y las ingenierías tradicionales en general son carreras más masculinas. Alguien también me dijo que los informáticos tenemos “mala prensa” (si a un médico lo despiertan a las 2 de la mañana porque alguien se está muriendo es una obra loable, ahora si a un informático lo despiertan a las 2 de la mañana porque un programa no funciona es porque es incompetente y no supo hacer que el programa funcionara bien), esto de no tener horario, ser antisocial y trabajar todo el tiempo arreglando errores técnicos aparece como un estereotipo negativo del informático. También me tocaron casos en CAECE de mujeres que tuvieron sus hijos, salieron del mercado laboral durante un tiempo que fue el que nacieron sus hijos y cuando quieren volver quizás no les resulta tan fácil. Porque pasaron años, porque la tecnología cambió o por otros motivos.

Creo que en el fondo deberíamos ir hacia equipos más mezclados en las organizaciones y en la educación, no separar tanto “el equipo informático”, “el equipo comercial”, “el equipo de diseño”, sino equipos más mixtos donde haya gente con diferentes perfiles y visiones. Ahí también se produce una compensación natural entre los géneros. Actualmente no veo nada raro en la carrera que ahuyente a las chicas. Pero me alegra que la tendencia se haya empezado a revertir.