Recientemente surgieron claros interrogantes sobre cómo la inteligencia artificial generativa afectará el futuro de los empleos, teniendo en cuenta el auge de herramientas tecnológicas que ponen en discusión tanto los beneficios como los perjuicios que traería un mayor grado de automatización a ciertas tareas, puestos y actividades laborales. En esta nota exploramos diversas perspectivas actuales sobre la problemática y conversamos con dos referentes: Fernando Schapachnik (Director Ejecutivo de la Fundación Sadosky, profesor e investigador del Departamento de Computación, Exactas-UBA) y Edgar Altszyler (profesor de la Maestría en Data Mining UBA, investigador y socio fundador de Quantit).
Cada día nos asombramos más por los enormes avances de los sistemas de inteligencia artificial (IA) y las innovaciones que generan para resolver tareas complejas o simplemente asistir al ser humano en la vida cotidiana. Dentro de estas innovaciones, se encuentra la Inteligencia Artificial Generativa (IAG), una rama de la IA que se enfoca en la generación de contenido original a partir de datos existentes. Se trata de tecnologías que utilizan algoritmos y redes neuronales avanzadas para aprender a partir de textos e imágenes, y luego generar contenido que parece nuevo y único.
No obstante, también existe cierta incertidumbre sobre las implicancias y transformaciones de la IAG en distintos campos. Entre las preocupaciones que genera la IAG, un tema central es el impacto en el trabajo, sobre todo en América Latina. Sin embargo, según un informe reciente de la Global Partnership on Artificial Intelligence (GPAI), “la IA generativa y el futuro del trabajo siguen estando notablemente ausentes del diálogo mundial sobre la gobernanza de la Inteligencia Artificial”. GPAI es una organización formada por gobiernos, industria, sociedad civil, academia y otros actores de 29 países, que se reunió en la ciudad de Montreal (Canadá) para discutir sobre posibles regulaciones de la IA generativa.
La advertencia de este informe hace referencia a lo poco que se está previendo el impacto de estas herramientas en el mercado laboral. Si bien las proyecciones son inciertas, la parte de la población activa en riesgo es numerosa: «No se trata de una cifra marginal», afirma GPAI, «casi el 9 por ciento de la población activa». Y aclara que aunque la IA no conducirá al «fin del trabajo», la cantidad de gente que deberá, en el mejor de los casos, adaptarse o desarrollar nuevas habilidades a un nuevo contexto es significativa.
Especialistas consultados señalan que entre los puestos más afectados estarían los relacionados con la atención al cliente, marketing y ventas, ingeniería de software e investigación y desarrollo. El informe de McKinsey & Co publicado este año en Estados Unidos, considera que el 75% de la creación de valor de la IA generativa provendrá de esas áreas y que tan solo dentro de 22 años “la IA generativa podrá automatizar por completo la mitad de las actividades laborales actuales, incluidas las tareas relacionadas con la toma de decisiones, la gestión y la interacción con las partes interesadas”.
Un estudio más optimista, proveniente de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) con sede en Ginebra (Suiza) concluye que es más probable que la IAG complemente puestos de trabajo a que los destruya, automatizando algunas tareas en lugar de reemplazar roles completamente. El informe sugiere que la mayoría de los empleos e industrias están sólo parcialmente expuestos a la automatización y es más probable que sean complementados que sustituidos por la última ola de IAG, como ChatGPT. Por lo tanto, es probable que el mayor impacto de esta tecnología no sea la destrucción de empleo, sino más bien los cambios potenciales en la calidad de los puestos de trabajo, en particular la intensidad del trabajo y la autonomía.
A su vez, la OIT constata que el 5,5% del empleo total en los países de renta alta está potencialmente expuesto a los efectos automatizadores de la tecnología, mientras que en los países de renta baja el riesgo de automatización sólo afecta a un 0,4% del empleo. Por otra parte, el potencial de aumento es casi igual en todos los países, lo que sugiere que, con las políticas adecuadas, esta nueva ola de transformación tecnológica podría ofrecer importantes beneficios a los países en desarrollo.
La visión de dos especialistas

Dr. Fernando Schapachnik
En cuanto al posible reemplazo de puestos y tareas por la IAG, Fernando Schapachnik -profesor del DC y Director Ejecutivo de la Fundación Sadosky- considera que actualmente es un tema de debate y no hay un consenso sobre cuánto ni cuál podría ser el impacto. “Diversos estudios hablan tanto de reemplazo como de complementación de tareas, hay informes pesimistas que marcan ese impacto en casi 300 millones de trabajadores a nivel mundial y otros un poco más optimistas que lo sitúan en 180 millones”.
Schapachnik plantea que cuando uno empieza a explorar el tema en profundidad, se observa una primera señal de alarma “En estos análisis se dice que los puestos más simples estarían a salvo y aquellos más afectados serían los de complejidad media y superior. Pero no se está teniendo en cuenta el impacto en los trabajos de Call Center, que tienen una complejidad baja, pero un nivel de exposición alto (recientemente British Telecom anunció que iba a eliminar diez mil de esos puestos y los iba a automatizar)” y asevera que aún es prematuro considerar estos primeros pasos como certezas, pero “hay que pensarlos como alertas tempranas”.
Por su parte, Edgar Altszyler -profesor de la Maestría en Data Mining UBA y socio fundador de la empresa Quantit- puntualiza que es necesario considerar las distintas formas de impactar de la IA en el mercado y, en este sentido, sostiene que, por un lado, sirve para hacer más eficientes los trabajos y para automatizar procesos y, por otro, permite generar nuevos sistemas o servicios que antes no podían hacerse sin esta tecnología. “La IA generativa viene a acelerar algunas tareas y hasta complementar algunas tareas que suelen ser propias de los humanos, sobre todo en aspectos creativos de escritura y procesamiento de textos o generación de imágenes. También sería de esperar que los chatbots de última generación comiencen a usarse para un primer acercamiento al cliente, ya sea en atención al cliente o ventas, y reducir la carga de empleados en esas tareas más repetitivas, de primera etapa de la venta, para que puedan reformular su función y focalizarse en mejorar el servicio que brindan en las otras etapas”, observa. Y ante la consulta sobre cuáles serían las consecuencias de este proceso en las empresas, expresa que “lo que vaya a pasar con esos trabajos dependerá de cada industria, de cada rubro o empresa, porque suele ser una decisión empresarial”.

Dr. Edgar Altszyler
“En estos análisis del impacto de la IA está presente la idea del reemplazo o el aumento de la productividad. Pero el aumento de la productividad también se transforma en reemplazo. Este aumento de la productividad también me parece que hay que analizarlo con cautela porque no queda claro que no vaya a desplazar empleo a largo plazo”, reflexiona Schapachnik.
Llegado el caso: ¿Cuál sería el beneficio real que otorgaría la IAG a cada puesto de trabajo?¿No nos volveremos muy dependientes de estas herramientas tecnológicas, incluso para actividades que involucran la creatividad y la innovación humana? Altszyler está convencido de que la IA generativa extiende la creatividad humana y potencia los límites que tenemos para crear algo nuevo (ya que antes se partía de una hoja en blanco para crear un texto o una imagen y ahora no). Pero que, aun así, usando estas herramientas en contextos empresariales, es fundamental asesorarse sobre aspectos como la ciberseguridad, la privacidad de los datos y la fiabilidad de los resultados (respuestas) que brindan herramientas populares como ChatGPT, ya que suelen mostrar muchos errores en este sentido.
Por otro lado, Schapachnik analiza el tema a partir de la creación de los tipos de empleos tradicionales y de los nuevos, y asegura que, si bien la mayor parte de los empleos que conocemos hoy no existían hace 80 años atrás, esa dinámica luego cambió y el quiebre que hubo en los últimos 60 años con las categorías de empleos masivos que irrumpieron, son principalmente los que tienen que ver con el software y el hardware. Y que está instalada esta idea de que todo el tiempo aparecen profesiones nuevas, incluso potenciadas por los avances tecnológicos de Internet y la informática, pero que realmente no hay muchas profesiones nuevas que tengan un impacto en el empleo masivo (por ejemplo, el experto en impresión 3D no ocupa a demasiadas personas). A su vez, comenta el ejemplo de la tradicional secretaria ejecutiva, recientemente citado por el filósofo y periodista Tomás Balmaceda: “Es verdad que la digitalización le ha facilitado muchísimo sus tareas, sin embargo no está trabajando menos ni ganando más plata, más bien es al revés. Entonces no necesariamente el día a día de trabajadores y trabajadoras va a ser más liviano por la tecnología, me parece de un optimismo ahistórico dar por sentado eso”.
Gobernanza y regulación de la IA en el ámbito local
¿Qué pasará en Argentina con el impacto en el mercado laboral? Estimaciones internacionales señalan que un 25 por ciento del empleo en Argentina puede verse impactado por la automatización.
Actualmente existe una base de datos en Estados Unidos que descompone cada puesto laboral en las habilidades requeridas, observa cuáles de esas habilidades pueden ser realizadas por inteligencia artificial y calcula el impacto del sistema sobre ese puesto. “Sería ideal que Argentina haga su propio estudio. No quiero ser fatalista, pero comercio y servicios representan un 15 por ciento del empleo en blanco en Argentina. Si la IA impacta en el 10 o el 15 por ciento del empleo total, puede ser gravísimo. La otra preocupación son los salarios y la formación requerida”, comenta Schapachnik.
Ante esta situación, el Director Ejecutivo de la Fundación Sadosky, argumenta que es fundamental regular la IA como primera medida y que Argentina debería globalizar la discusión lo más posible tanto a nivel regional como con los organismos internacionales en recomendaciones de política pública. Y que en segunda instancia hay un problema compartido, que si bien para nuestro país puede ser complejo liderar, “los sindicatos también pueden tener una herramienta: en Europa algunos sindicatos median en la automatización y se necesita negociar con la representación sindical para que cada paso de automatización prevea la reubicación de sus trabajadores y trabajadoras desplazables. En nuestro caso, sobre todo en empresas que tienen mucho superávit y la posibilidad de incorporar tecnología intensiva (como muchas empresas argentinas), debería considerarse que busquen esta forma de reacomodar personas en la cadena productiva y no en despedirlas”.
Por otro lado, Altszyler opina que sería fundamental hacer foco en la educación y la ciudadanía digital, “me parece importante que en nuestro país haya campañas de educación en IA para fomentar un buen uso, que la gente sepa qué es, cuáles son sus posibilidades y también sus riesgos. Es decir, cómo sacarle mejor provecho y cómo no cometer errores al usarla. Las tecnologías basadas en IA no son infalibles, cometen errores conocidos como ‘alucinaciones’. Es fundamental que los usuarios de estas tecnologías conozcan la existencia de estas alucinaciones y las contemplen en los usos que uno les da”, concluye el investigador y fundador de Quantit.
En síntesis, controlar el impacto sobre el mercado de trabajo a través de la gobernanza y regulación de la IA con políticas públicas, propiciar estas discusiones en el ámbito regional e internacional y fomentar un uso más consciente de la inteligencia artificial generativa, son algunas de las distintas propuestas que plantean los referentes; que lejos de ser conclusiones consolidadas, forman parte de un debate abierto al que le resta mucho camino por recorrer.