Gabriel Wainer es Profesor en el Departamento de Ingeniería de Sistemas e Informática de la Universidad de Carleton (Ottawa, ON, Canadá) y Director del Laboratorio ARS Lab (Advanced Real-Time Simulation) de la misma universidad. Es Licenciado y Doctor en Ciencias de la Computación UBA/Université d’Aix-Marseille III. Fue profesor adjunto del DC y profesor visitante en diversas universidades.
El doctor Wainer es referente en el campo del modelado y simulación. Trabajó en el desarrollo de nuevos métodos y tecnologías en el área durante los últimos 25 años. Ocupó importantes cargos científicos como Vicepresidente de Publicaciones, miembro de la Junta Directiva de The Society for Computer Simulation International (SCS) y uno de los miembros fundadores de la Comisión de Certificación Profesional de Modelado y Simulación. Cuenta con numerosas publicaciones, participación y organización de congresos, reconocimientos y premios. Este año recibió el “McLeod Founder’s Award for Distinguished Service to the Profession” (The Society for Modeling and Simulation International), uniéndose a la prestigiosa lista de otros nueve profesionales que son reconocidos en este campo en todo el mundo.
Continuando con nuestra sección dedicada a ex docentes del DC que tuvieron un impacto muy significativo, Wainer nos cuenta sobre su experiencia como docente e investigador en Exactas, la decisión de radicarse en Canadá y sus actuales proyectos de investigación en la Universidad de Carleton.
¿Cómo fue tu experiencia en el DC y qué significó dar clases en Exactas?
Un par de años después de entrar a la facultad me enganché para ser ayudante en Sistemas Operativos con Roberto Bevilacqua y Graciela Pataro. Inicialmente estuve trabajando con ellos, me gustaba la tarea docente y la disfrutaba. En el medio hice de todo, trabajé por mi cuenta, me fui a Japón un año y no fue una carrera tan lineal: mi tesis de licenciatura fue complicada porque casi terminé trabajando solo (básicamente me autodirigí).
La verdad que siempre, desde muy chico, me gustó explicar y dar clases. Y trabajar en el DC siempre fue especial porque la gente siempre fue muy interesante. Las interacciones con estudiantes siempre fueron muy dinámicas, y las clases eran muy divertidas. La última vez que di un curso como invitado también me resultó una experiencia entretenida y fructífera. Realmente disfrutaba dando clases en la facultad, por eso quería ser profesor.
¿Cuándo comenzaste a trabajar en investigación?
Cuando terminé la licenciatura, salieron unas becas de investigación de la UBA. Entonces me presenté y comencé a trabajar en investigación. Nuevamente trabajaba solo, tenía un director informal pero yo me puse los objetivos y los temas de investigación. Los temas que me gustaban eran sistemas operativos y sistemas en tiempo real, sobre todo era lo que hacía cuando trabajaba solo: scheduling para sistemas operativos de tiempo real, y no había investigadores formados en el tema.
En el medio surgió la posibilidad de obtener una beca del FOMEC para hacer el Doctorado en Ciencias de la Computación y un día Irene Loiseau (quien en ese entonces era directora del DC) me preguntó cuándo iba a comenzarlo. Entonces hubo que conseguir un director, yo había empezado a trabajar con otro director local, cuando conocí a mi director, el doctor Norbert Giambiasi, que vino de visita de Francia y ofreció varios temas de investigación a docentes del departamento. Lo conocí y él propuso hacer la tesis en cotutela. Y ahí comenzó a avanzar mi doctorado en cotutela con Université Paul Cézanne, Aix-Marseille III (Francia).
Cuando vino mi director me ofreció trabajar en algunos nuevos temas asociados a simulación en general, pero él en ese momento me dijo que el tema de investigación era en simulación paralela a eventos discretos. Así que me terminé orientando por ese lado. Al final mi tesis no fue en simulación paralela sino en simulación pura, pero empezamos con los algoritmos de simulación paralela. Luego tuve una beca mixta del FOMEC que incluía fondos para ir a trabajar a Marsella (Francia), por lo que mientras no daba clases en el DC me iba al exterior a trabajar en el invierno europeo. A fines de 1998 defendí la Tesis de Doctorado “Modelos celulares de eventos discretos con demoras explícitas”. Cabe recalcar que hasta ese entonces solo éramos dos doctores graduados en el DC, Martina Marré y yo.
En el año 2000 emigraste a Canadá para incorporarte a la Universidad de Carleton. ¿Cómo fue esa decisión?
Fue una decisión complicada por la coyuntura del momento. Estaba dando clases y mis alumnos de segundo año ganaban cinco veces mi sueldo de profesor full-time. Recordemos que en los años 90, Cavallo había mandado a una investigadora a “lavar los platos”. También vivíamos una situación muy irregular con los concursos: había mucha gente trabajando y formalmente no había cargos. No solamente el salario era bajísimo, no había apoyo real a la ciencia ni fondos para investigar en el país, no había mucho acceso a publicaciones científicas para estudiar en mi tema de investigación. En ese momento Informática tampoco era una disciplina que el CONICET viera con buenos ojos. De manera simplificada, nos veían como gente que hacíamos análisis de sistemas y sistemas bancarios, no se veía a la Ciencia de la Computación como una disciplina científica (por suerte esto cambió mucho).
Por otro lado, yo tenía otras actividades fuera de la facultad y había jornadas en que terminaba trabajando entre 10 y 12 horas por día. Con eso ganaba la mitad de lo que ganaban mis alumnos de segundo año, pero este modelo no era muy sustentable a largo plazo. Entonces una opción era acostumbrarme a vivir como esos docentes brillantes de Exactas que incluso pasan muchísimos años como JTP porque no hay cargos, con un salario muy inferior al que ganaría en la industria, pero siendo feliz, haciendo docencia e investigación. Otra opción era irme a la industria y abandonar la ciencia, podría armar una consultora, unirme a una consultora existente, lo cual era factible porque en Argentina había muy poca gente que trabajaba en simulación. Y, en todo ese complejo panorama, la opción de irme afuera siempre estuvo dando vueltas.
Finalmente envié currículums a distintas universidades y centros de investigación, hice entrevistas en varios de ellos y de Carleton (en Ottawa, Canadá) me contactaron con muchísimo interés. En una semana, desde que recibieron el CV, ya me querían contratar. Me llamaron por teléfono y me invitaron a dar un seminario y me ofrecieron un puesto a principios del 2000.
En 1999 me había presentado a la carrera de investigador de CONICET, y finalmente gané uno de los tres cargos que había para todo el país. Debido a los problemas de esa época, el cargo de investigador de CONICET recién me lo confirmaron en 2001 (o sea dos años después de haberme postulado) cuando ya estaba en Canadá instalado desde hace un año. Más allá de eso, me dijeron que había obtenido el cargo pero que no había fondos para pagarme el sueldo, así que me pedían un poco de paciencia hasta oficializarlo. En su momento, había pensado que si me salía el cargo de investigador no me iba del país, pero las buenas noticias llegaron tarde. Como imaginarás, trabajar 10-12 horas por día para ganar un salario mínimamente digno es insalubre. El hecho de cómo se desvalorizaba a los científicos y profesores universitarios ayudó a la decisión. Recuerdo cuando mucha gente me preguntaba cuál era mi trabajo, y al responder “soy profesor universitario” me preguntaban “¿y cuál es tu trabajo?” (porque la mayoría de los profesores eran part-time y simplemente daban clases). Cuando yo me fui había que luchar todos los días contra eso. Si bien por suerte el contexto ha cambiado mucho en Argentina, cada tanto vuelve a resurgir este menosprecio. Por ejemplo, hace un mes atrás con la caricatura de Altuna en el diario Clarín, comparando a los investigadores de CONICET con “ñoquis”.
La realidad es que venir para Canadá era un cambio de país pero todos los demás problemas anteriores se me solucionaban. Acá en Canadá es lo opuesto, todo el mundo me dice “profesor”, mi trabajo está altamente jerarquizado; los profesionales “prestigiosos” del país son los jueces, abogados, médicos, ingenieros, y… los profesores universitarios. Es un gran cambio de actitud.
¿Cómo continúan tus actuales proyectos de investigación en modelado y simulación?
Nuestro grupo siempre trabajó en metodologías y técnicas de modelado y simulación, que con el tiempo van cambiando por lo que siempre surgen problemas nuevos a afrontar. Pero en el fondo lo que hacemos es desarrollar métodos para mejorar la generación de resultados con simulaciones, tratar de que esos modelos de simulación se puedan reusar de manera sencilla, que sean efectivos e integrarlos con diversas herramientas, ya que cada vez hay herramientas más avanzadas. Y por otro lado, como mi trabajo empezó en el área de sistemas en tiempo real, siempre tuvimos la visión de usar lo que nosotros hacemos en simulación aplicado a sistemas en tiempo real. Con mi experiencia previa, habiendo leído muchos artículos e incluso habiendo publicado un poco en el área, me di cuenta que los métodos que había estudiado para mi Doctorado se adaptaban perfectamente para modelizar aplicaciones en tiempo real, en las que yo había estado trabajando durante años.
Lo que estamos haciendo hace años es tratar de que esas metodologías se puedan utilizar para establecer un modelo formal que uno pueda validar de manera teórica, que pueda usarlo para simular de manera práctica y una vez que está validado de manera teórica y simulado de manera práctica, se pueda utilizar el mismo modelo como la aplicación final en el dispositivo en tiempo real. Lograr eso no es trivial, lleva tiempo y hay muchísimos problemas abiertos en sistemas ciber-físicos. También lo que queremos hacer es integrar ese modelo con las diferentes simulaciones. Hay realmente un montón de problemas abiertos bajo el marco teórico que cubre las áreas de modelado y simulación, que sirve para atacar estos problemas. Desarrollamos un marco teórico y práctico para que esos modelos se puedan ejecutar de forma centralizada, distribuida, en paralelo o en tiempo real, incluyendo a su vez técnicas de visualización avanzada. Algunas de las aplicaciones incluyen el estudio de incendios forestales, inundaciones, redes de telecomunicaciones, conservación predictiva de energía y la propagación de enfermedades durante la pandemia.
Por último, sé que colaborás asiduamente con el Laboratorio de Simulación de Eventos Discretos, dirigido por Rodrigo Castro. ¿Podrías contar más sobre cómo surgen esas colaboraciones?
Rodrigo Castro fue alumno mío en el doctorado. Fui una de las primeras personas que facilitó su transición a la academia, porque Rodrigo estaba en la industria y tenía muchas ganas de hacer investigación. Cuando empezó ese camino charlamos un montón ya que mostraba capacidad, inteligencia y conocimientos para dedicarse a esto. Por un lado, yo pensaba que era una lástima que el sistema científico se pierda a una persona como Rodrigo; y seguro habrá tenido muchas charlas similares con su director Ernesto Kofman (UNR). Desde que empezamos a trabajar juntos el plan era colaborar conjuntamente y lo seguimos haciendo, con un contacto semanal. De allí surgen continuamente variedad de tesis de grado, de doctorado, publicaciones en conferencias y revistas, organización de eventos científicos, y proyectos de transferencia.
Rodrigo alcanzó una posición de liderazgo importante en eventos científicos internacionales. Por ejemplo co-organizamos el track de metodologías de modelado y simulación de la conferencia más importante del mundo en el tema (Winter Simulation Conference). Ese track de metodologías es el más tradicional y relevante, y uno de los más complicados de evaluar en esta conferencia. También invité a Rodrigo como Editor Asociado de SIMULATION, la revista científica más antigua del área (el año próximo publicaremos el volumen No. 100), ya que siempre sabemos que podemos contar con Rodrigo porque resuelve cualquier problema y lo hace rápido y bien. Es fácil colaborar así, y siempre que hay una oportunidad, estamos alineados. Hemos traído aquí a Canadá a varios estudiantes de Exactas, mediante fondos del gobierno canadiense y becas a alumnos latinoamericanos. El primero fue Rodrigo y el último recientemente fue Ezequiel Pecker. Siempre tratamos de establecer esa colaboración, a la cual sumamos la Universidad Nacional de Rosario con quienes triangulamos colaboraciones mediante el grupo de Kofman, y recientemente con la Universidad Nacional de San Luis. Por eso siempre publicitamos esta oferta en el DC y actualmente hay un llamado abierto para 2024: la beca está publicada acá y también existe la posibilidad de realizar Doctorados en cotutela, donde los alumnos obtienen el título de ambas universidades.
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